La fundación de esta hermandad se relaciona con una imagen que apareció en Santa Marina y con el edificio del extinguido hospital de la Piedad. Aprueba las primeras reglas en 1692, estando ya en Santa Marina. Formaban parte de la nómina de hermanos los escribanos y sederos. Tras el incendio del templo en 1936, la hermandad pasó al antiguo convento de la Paz, que se le cedió como sede oficialmente en 1966. Formó parte del cortejo en otro tiempo un paso alegórico con un sol eclipsado

Los faroles que portan los servidores de librea en la cruz de guía

Es preferible admirar el cortejo de esta cofradía de noche, en el itinerario de regreso a su templo, por ejemplo, por Doña María Coronel

El Señor es obra de Cristóbal Pérez, de 1667, restaurado por Miñarro en 1999. La Virgen, San Juan, las Marías y los Santos Varones se atribuyen al círculo de Pedro Roldán, hacia 1676. Miñarro ha restaurado la Virgen y la Magdalena en 2008 y el San Juan en 2009.

Data de 1710 y es de estilo barroco, dorado e iluminado por cuatro candelabros de guardabrisas, hechos por Domínguez. Los ángeles mancebos se atribuyen a La Roldana, del XVII. Está enriquecido con cartelas con relieves. En 1981 fue remozado por Manuel Calvo. La diadema que luce la Virgen es de plata dorada, labrada por Landa en 1939. El manto es de Esperanza Elena Caro, que siguió el modelo del anterior, obra de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, que bordó en 1906 los vestidos de las restantes imágenes del misterio. Los faldones están confeccionados en terciopelo negro

La Cruz de Guía es de enagüillas, obra de Salvador Domínguez, de 1928. El Libro de Reglas, de plata, la naveta, el juego de varas de la presidencia y los dieciocho ciriales, son de Hijos de Juan Fernández. El Estandarte tiene pintura de Francisco Maireles y bordados de Esperanza Elena Caro. Los paños de bocina son de Rodríguez Ojeda y la Bandera Asuncionista, de las Hermanas Martín Cruz

El cortejo de esta cofradía evoca al que tuvo en el siglo XVIII: el muñidor que abre la cofradía delante de la Cruz de enagüillas, los dieciocho ciriales y los acólitos que figuran tras el paso dan buena prueba de ello. El número de ciriales recuerda el número de personas que, según una piadosa tradición, asistieron al entierro de Cristo. El grupo escultórico de este paso es uno de los más bellos y logrados. El paso es uno de los más antiguos de la ciudad. El melancólico sonido del muñidor es todo un aviso de que la Semana Santa empieza a terminarse